Es momento de trabajar todos a una, aparcar discusiones estériles, y arrimar el hombro para aguantar hasta tener una vacuna. 

ESTADO DE ALARMA

Después de unos meses que nos hemos dado en llamar de nueva normalidad, hoy nos levantamos todos los españoles, otra vez, en Estado de Alarma.

Este virus nos está dando una lección de humildad como sociedad. Estábamos tan plácidamente subidos a lomos de nuestra modernidad occidental, de nuestra globalización, de la paz y la prosperidad, de nuestro estado del bienestar y salud, que no vimos venir, o no quisimos verla, la amenaza que suponía esta nueva y extraña enfermedad que apareció ahora hace un año en un rincón de la lejana China.

Con todo y con eso, afrontamos la primera oleada, le pusimos freno a la curva, la doblegamos y la dejamos casi a cero allá por el mes de junio. Nos dimos normas para mantenerlo a raya y evitar la segunda oleada, pero la inevitable relajación social, la prolongada duración en el tiempo y lo caprichoso de este virus, nos ha hecho empezar a atisbar nuevamente una situación complicada.

Es cierto que ahora tenemos más conocimiento, más medios, más reservas de material, pero también nos pilla más cansados, y con el sistema sanitario a punto de llegar al límite. Aunque para esto, cada comunidad autónoma es un mundo. Las recomendaciones internacionales para esta segunda ola coinciden: capacidad de rastreo y buena atención primaria.

En la Región de Murcia, este estado de alarma nos sorprende sin que todavía sepamos en qué se gastaron los más de noventa millones de euros que recibimos del Gobierno de España para reforzar la sanidad. Seguimos con un buen número de centros de salud en código rojo durante meses, sin apenas atención presencial a los enfermos de otras patologías, con operaciones y pruebas aplazadas sin fecha de realización o con rastreadores que no llegan para liberar de esa carga a los médicos de atención primaria.

Es momento de trabajar todos a una, aparcar discusiones estériles, y arrimar el hombro para aguantar hasta tener una vacuna. Pongamos cordura, también como ciudadanos individuales, y cumplamos las medidas: solo salir de casa para lo imprescindible, y reducir al mínimo posible nuestra vida social y familiar. Por nosotros, por todos.