El eurodiputado murciano del PSRM-PSOE, Marcos Ros, coge La Lupa de Metrópolis Daily.

La semana que viene a estas horas ya sabremos quién habrá ganado las elecciones catalanas, que estaban condenadas a repetir el mismo rol de los últimos diez años, con la división del voto entre independentistas y no independentistas, y con un creciente hartazgo de los ciudadanos.

Hasta que apareció en escena el exministro Salvador Illa, y cambió el tono de la habitual bronca política por la gestión razonable, las propuestas en positivo y la moderación.

Habrá quien piense que solo se trata de un candidato aislado que ha conectado bien con la ciudadanía, que será flor de un día o una gota en el océano de la crispación y el populismo en que se ha convertido nuestro mundo.

Permítanme que lo dude. Más bien creo que debemos encuadrar la aparición de Illa dentro de un contexto temporal, cultural y político más amplio, a tenor de lo que está sucediendo en todo el mundo.

En épocas de máxima bonanza como los últimos años, el debate político pierde contenidos y gana en teatralidad, tensión y crispación, para tratar de llevarse a los electores, acomodados en su estado de bienestar, a un bando u otro tirando de las pasiones viscerales. Y así aparecen populismos de izquierda, extremismos de derecha, y pulsiones nacionalistas que nos llenan el tablero de juego político de debates estériles, crispación, y pocas soluciones.

Pero en esto llegó la pandemia que, lejos de durar los dos meses que inicialmente todo el mundo pensó, nos tiene enfrascados más de un año, y los ciudadanos empiezan a necesitar soluciones reales la crisis sanitaria, social y económica que tenemos encima.

Cuando los problemas son muy importantes, empieza un cambio de ciclo y los ciudadanos se despojan de lo superfluo y necesitan volver a creer en la política de verdad, confiar en la política con mayúsculas.

Es el momento de acabar con los extremismos, y volver a la política de gestión real, la moderación, el debate y las soluciones. Es el momento de Biden, de Draghi, de Keir Stamer y de tantos otros que vendrán.

Es el momento de Salvador Illa. Es el momento de la política, sin adjetivos.