El eurodiputado murciano del PSRM-PSOE, Marcos Ros, coge La Lupa de Metrópolis Daily.

A estas alturas de la película en la Región de Murcia, tras casi dos años de legislatura, y con los episodios de degradación que vamos sufriendo mes a mes, no habrá quien dude que hace falta una auténtica y profunda regeneración política en la Región.

La semana pasada se desencadenaron acontecimientos que el Gobierno Regional culminó sumiéndonos en el lodazal de la política más sucia. El miércoles pasado, Ciudadanos, uno de los dos socios de gobierno decidió abandonar el pacto de gobierno y pactar con el PSOE un cambio de gobierno en la Región, tras la opaca gestión de las vacunas irregulares y los contratos en la capital.

Un cambio de gobierno articulado por una moción de censura, instrumento legítimo establecido en nuestro sistema para cambiar mayorías, siempre que sean constructivas y haya alternativa al gobierno existente. En efecto, había una mayoría que quería un gobierno de regeneración política y atención a la creciente desigualdad regional.
Hasta ahí, todo normal. Habrá quien se extrañe del factor sorpresa, o de que un partido apoye un día al gobierno y al día siguiente decida censurarlo. Pero eso forma parte de las decisiones de cada partido, y de sus consecuencias electorales.

Después conocimos que tres firmantes de ese instrumento constitucional, decidían saltarse la decisión de su partido, abandonar la disciplina del grupo parlamentario, convertirse en tránsfugas, y aceptar la propuesta del Partido Popular que, rompiendo flagrantemente el recién renovado Pacto Anti-transfuguismo, decide incorporarlos al Gobierno Regional.

Se garantiza así el PP que la moción no triunfará, pues los tres Consejeros tránsfugas no la apoyarán. Otra vez los murcianos rompiendo moldes: primer gobierno autonómico de la historia democrática que incorpora consejeros tránsfugas.

Lejos de propiciar una regeneración, el hedor que desprende este último movimiento del Gobierno Regional es ya insoportable.

Probablemente asistimos a los últimos estertores de un gobierno sumido en la inmundicia y ocupado en no perder su poder, mientras miles de ciudadanos esperan su vacuna, la vuelta de sus hijos al colegio presencial o una bolsa de comida en las colas del hambre, en lugar de una ayuda autonómica que nunca llega.