Hoy es 8 de marzo y a nadie le cabe duda de que será una celebración muy diferente a la de cualquier otro año, por la pandemia y las restricciones sociales.

Tendremos que vivir de manera diferente esta jornada que en los últimos años había alcanzado unas cotas de movilización enormes. Reivindicando, defendiendo y luchando por los derechos de las mujeres de otra manera.

Pero de lo que tampoco nos puede caber duda es que, aunque no se llenen las calles, las reivindicaciones en la lucha por la igualdad de derechos de las mujeres, siguen siendo las mismas de siempre, porque todavía queda mucho trecho por andar. Quizás, y si se me permite, es posible que este año sean más necesarias que nunca, pues mucho me temo que con la pandemia hayamos retrocedido algún que otro escalón.

Porque sigue habiendo una importante brecha salarial por la cual el conjunto de las mujeres de este país recibe importes por debajo del de los hombres, pues aun siendo la mitad de las empleadas, sus empleos son peor cualificados, peor remunerados y, en ocasiones, persisten situaciones de igualdad de empleo y diferente salario.

Porque sigue habiendo comportamientos machistas y micromachistas en todos los aspectos de la vida diaria y, lo más preocupante, están repuntando entre los adolescentes, con el control de los móviles y las redes sociales.

Porque sigue habiendo violencia de género, basada en el poder ancestral y tradicional del hombre sobre la mujer y, lo que es peor, sigue habiendo una cifra insoportable de mujeres que cada año mueren a manos de sus parejas, solo por el hecho de ser mujeres.

Porque seguimos teniendo poco reconocimiento a las mujeres en las empresas, cargos directivos, en la ciencia, en el deporte y hasta en la política, a pesar de normas y leyes.

Y por tantas y tantas razones que siguen ahí, a la vista de todos, sin que terminemos de conseguir una plena igualdad, a pesar de lo avanzado hasta ahora… Por todo ello, hoy, y todos los días del año, yo soy feminista.