OPINIÓN | LA VERDAD

«Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho».

Robert Schuman, 9 mayo 1950

Cuando se cumplen 70 años de aquel 9 de mayo en que nació lo que hoy es la Unión Europea, podemos decir que se trata del proyecto más ambicioso y duradero de paz, cohesión y colaboración que ha vivido nunca el mundo, tras las grandes guerras fratricidas del siglo XX.

La Unión Europea, tal como la conocemos hoy, es el resultado de pequeños y grandes avances consolidados en el tiempo, y forjada a golpes de crisis y dificultades que siempre ha resuelto saliendo más fortalecida, y siendo más útil a sus ciudadanos.

El momento actual, hasta la llegada de esta pandemia, se nos configuraba ya de por sí como una nueva encrucijada, con liderazgos volátiles, realidades líquidas y amenazas constantes como el populismo, el antieuropeísmo y el avance de la ultraderecha en todos los países, que ponen en riesgo la esencia del propio proyecto europeo.

Si a todo eso le añadimos el duro golpe que ha supuesto esta pandemia y sus consecuencias sanitarias, sociales y económicas, nos encontramos en un escenario crítico que solo merece una respuesta: renovarse o morir.

Es el momento de que la Unión avance en una respuesta coordinada a las consecuencias de esta emergencia y a los retos que se habían configurado como ejes de esta nueva legislatura: el pilar social de la Unión, la transición ecológica justa y la transición digital.

Es buen momento para que la Unión enmiende la imagen de lentitud, austericidio e inflexibilidad que marcaron la respuesta dada a la crisis de 2008, que no llegó hasta 2012, con durísimas consecuencias para los países intervenidos. Hay signos de esperanza en una nueva manera de actuar, pero también hay nubes en el horizonte.

Esperanzadora es la rápida respuesta del Parlamento Europeo, movilizando millones de euros para inversiones (4.145 para España), flexibilizando los criterios de déficit y deuda de los países, así como los de aplicación de los fondos estructurales y de cohesión.

También aprobó el Parlamento una histórica resolución instando al Consejo Europeo a elaborar un Plan (‘Marshall’) de Recuperación Europeo, con presupuesto europeo y deuda mancomunada para que los ciudadanos europeos suframos lo mínimo posible este golpe mundial.

Contundentes son las respuestas en miles de millones de euros movilizados por el Banco Central Europeo, el Banco Europeo de Inversiones y la posibilidad de acudir al MEDE sin ‘hombres de negro’ esta vez.

Y, por supuesto, la creación del Seguro Europeo de Desempleo, propuesta de los socialistas europeos durante la pasada legislatura, para que ningún ciudadano europeo quede atrás en este momento.

Pero las nubes siguen ahí. La Comisión Europea debe presentar el Plan ‘Marshall’ en los próximos días, y este debe ser aprobado por el Consejo Europeo. Es aquí donde nos encontramos con la cerrazón y la insolidaridad de los denominados países ‘frugales’, menos golpeados por la crisis de la Covid-19 que, mirando solo un lado de la moneda, se erigen como censores del mecanismo de solidaridad y cohesión que esta nueva Unión Europea necesita. Olvidan que las tasas de crecimiento y bienestar de las que disfrutan, no se deben solo a su gestión individual como país, sino a la pertenencia a un mercado único que compra sus productos sin aranceles y sin condiciones. Si los países del sur vamos mal, ellos serán los principales afectados.

Las decisiones de la Unión Europea se impregnan hasta el último de nuestros territorios, aunque a veces nos cueste verlas, o las administraciones más cercanas se las atribuyan como propias. Es por ello que desde la Región de Murcia también necesitamos un reforzamiento del proyecto europeo, por ejemplo, para tener una autoridad superior que vigile el cumplimiento de las directivas europeas en el Mar Menor, y disponga la aplicación de fondos para proyectos basados en la ciencia. como puso de relieve ayer el comisario de Medio Ambiente en respuesta a tres eurodiputados socialistas que estamos permanentemente pendiente de este asunto vital.

En definitiva, setenta años después tenemos la ocasión de celebrar el primer Día de la Nueva Europa, que solo conseguiremos si dejamos de lado los egoísmos nacionales, contra los que se construyó la Unión Europea, y aprendemos a sumar nuestras fuerzas teniendo un proyecto común. Nos jugamos el futuro de Europa, nos jugamos nuestro futuro.