El eurodiputado murciano del PSRM-PSOE, Marcos Ros, coge La Lupa de Metrópolis Daily para analizar los disturbios vividos durante las últimas seis jornadas, en varias ciudades de nuestro país, tras el encarcelamiento del rapero Hasél.

Siempre que suceden episodios de violencia callejera estructurada y organizada me asalta la misma duda. ¿A qué se dedican estas personas mientras no están organizando altercados?

Es decir. ¿Qué han hecho durante los meses transcurridos desde la sentencia del “procés” en que destrozaron durante dos semanas las calles de Barcelona, y el episodio actual, supuestamente asociado al encarcelamiento de un rapero?

¿A qué dedican sus vidas normales? ¿Estudian? ¿trabajan? ¿se ganan la vida de alguna manera o viven de la sopa boba? ¿Tienen familias, visitan a sus abuelos los domingos? ¿tienen un proyecto de vida en sociedad? Y así una larga serie de preguntas…

Pero además de la curiosidad y la duda, me asaltan otras preguntas más relevantes. ¿Cuál es su modelo de sociedad? ¿qué pretenden aportar a la sociedad de valores y derechos que tanto nos cuesta construir día a día? ¿por qué hay quienes no siendo violentos los apoyan, los justifican, o en el peor de los casos, incluso los animan? ¿saben algo de la causa que supuestamente están intentando defender? ¿o les da exactamente lo mismo?

Porque de saber algo, sabrían que en un Estado de Derecho las sentencias judiciales firmes se acatan, sin más, se esté de acuerdo con ellas o no. Y que, si no nos gusta algo de las leyes que amparan dichas sentencias, que las leyes se pueden cambiar en los parlamentos, con votos, argumentos, enmiendas y nuevos artículos, no quemando contenedores, robando ropa de lujo y destrozando comercios de trabajadores honrados.

Pero mucho más allá de todo esto, si supieran algo o quisieran saber algo, sabrían que el ser humano dejó de dirimir sus conflictos a martillazos hace siglos, que salimos de la tribu, que nos dotamos de leyes, de derechos que conllevan obligaciones, que estructuramos la convivencia pacífica respetando las diferencias y que, solo así, avanzamos todos como sociedad.

Y si supieran algo, sabrían que en una sociedad democrática, no hay un solo motivo, ninguno, sin matices, que ampare la violencia para defender nada. Y que los violentos merecen todo nuestro rechazo, nuestro desprecio y nuestra condena.